Academia Vincere – Esgrima Histórica / HEMA

El sable latón: el arma de la Revolución

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Sable Laton

En la agitada Buenos Aires de 1810, mientras los ecos del Cabildo resonaban entre los adoquines y los rumores de independencia encendían las tertulias, un arma esperaba su turno para brillar en los campos de batalla revolucionarios. Con su hoja curva, empuñadura simple y estampa elegante, se convertiría en un símbolo inconfundible de la época: lo llamaban, simplemente, el sable latón.

¿De dónde vino esta arma tan característica? ¿Quién la diseñó? ¿Y por qué se convirtió en la favorita de los granaderos y oficiales criollos?

Un Diseño Revolucionario

El sable latón tiene un origen tal vez inesperado: las armas curvas utilizadas por los húsares del este de Europa, considerados en su época la élite de la caballería. Esta influencia se percibe con claridad en el modelo que lo precedió, el sable de caballería ligera británico modelo 1788, que intentó replicar el estilo de esas espadas orientales, aunque con resultados poco satisfactorios.

Pero fue recién en 1796 cuando el general británico John Gaspard Le Marchant, veterano de las campañas en Flandes, propuso un nuevo modelo para la caballería ligera británica. Diseñó un nuevo patrón destinado a modernizar las tropas montadas británicas. Se trataba de un sable con hoja curva y ensanchada hacia la punta, especialmente optimizada para cortes precisos y devastadores en el fragor de la carga. Con un equilibrio superior y una maniobrabilidad excepcional, pronto se convirtió en una herramienta temida en los campos de batalla europeos.

Así nacía el sable de caballería ligera británico modelo 1796, que en estas tierras sería conocido, simplemente, como sable latón.

Características del Sable Latón

El sable de caballería ligera modelo 1796 —más conocido en nuestras tierras como sable latón— tenía una longitud total de entre 92 y 95 cm, con una hoja que oscilaba entre los 80 y 83 cm, siendo lo más habitual unos 82 cm. Esta hoja, de generosa anchura en la base (unos 3,8 cm), presentaba una curvatura de más de 5 cm de profundidad, ideal para ejecutar cortes contundentes desde la montura.

Una de sus características más distintivas era el ensanchamiento del tercio final de la hoja, donde alcanzaba casi 4 cm de ancho, un rasgo puede inferir influencia de los sables orientales, como los del Imperio Otomano. Sin embargo, a pesar de su tamaño y contundencia, el sable latón pesaba menos de un kilogramo, rondando los 850-900 gramos, lo que lo convertía en un arma sorprendentemente ágil para su tamaño y figura.

Gran porte pero gran agilidad

¿Cómo se lograba este equilibrio? Uno de los secretos era el canal o fuller, formado cerca del lomo de la hoja, que aligeraba su masa sin comprometer su integridad estructural. Pero el verdadero mérito estaba en el cuidadoso afinamiento progresivo de la hoja: en la base, el espesor era de 8 a 9 mm, pero a la altura del centro (la “panza”) ya se reducía a unos 5 mm, lo que representa una disminución de casi un 45% del material. Esta afinación continuaba hacia el final de la hoja(el “débil”), donde el espesor descendía a apenas 2 mm, y terminaba en unos 1,5 mm en la punta. El resultado era un arma rápida, precisa y devastadora en el corte, sin sacrificar resistencia.

Sable latón modelo ingles 1796

La empuñadura, de aproximadamente 12 cm de largo, presentaba una guarda tipo estribo, llamada así por su similitud con los estribos de las monturas, que ofrecía protección a los nudillos frente a golpes y cortes. La monterilla, también en acero, tenia dos protuberancias que, mediante perno remachado pasante, sostenía firmemente en su lugar el puño o agarre. El puño solía ser de madera forrada en cuero negro, sin alambre en los modelos destinados a tropa.

Todo el conjunto estaba diseñado para soportar los rigores del combate real: era un sable resistente, de fabricación robusta, concebido para durar y golpear con contundencia. Finalmente, el arma se completaba con una vaina metálica (generalmente de acero o latón), que protegía la hoja y facilitaba su transporte. Es justamente este último componente el que, según algunos historiadores, habría dado origen al nombre popular con el que conocemos esta arma en el Río de la Plata: sable latón.

El Sable Latón en la Independencia Argentina

El sable latón llegó al Río de la Plata por múltiples caminos: importaciones, contrabando, capturas en combate e incluso como botín de guerra durante las Invasiones Inglesas. Un ejemplar hallado en el barro del sitio desde donde Liniers partió rumbo a la Reconquista de Buenos Aires se exhibe hoy en el Museo de la Reconquista como testimonio tangible de su presencia temprana.

Más tarde, el General José de San Martín adoptaría este para los Granaderos a Caballo, la fuerza de élite que él mismo había fundado. Sin embargo, en las filas realistas el arma era objeto de burla: la llamaban sable latón con desprecio, insinuando que su hoja estaba hecha de un metal blando e ineficaz. Detrás del apodo se ocultaba una crítica más profunda: para ellos, no solo las armas patriotas eran pobres, sino también sus hombres. San Martín dio una respuesta contundente: en el Combate de San Lorenzo, su primera gran acción militar en suelo patrio, ordenó que los granaderos cargaran sable en mano, para que fuera el acero de la revolución mostrara su efectividad. El resultado fue una clara victoria patriota.

Desde entonces, el sable latón no fue solo un arma. Se convirtió en símbolo de la independencia, del ingenio criollo frente a la adversidad y del filo real que acompañó a las ideas de libertad en los campos de batalla de la patria grande. En Academia Vincere queremos mantener viva esta tradición y por eso estamos incorporando en nuestra práctica el uso de este sable y otros similares de la época colonial, manteniendo viva la llama revolucionaria de nuestros próceres.

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